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miércoles, julio 31, 2013

Casualidad, destino o magia?

Bienvenidos!!

Por muy largo tiempo he estado leyendo diversidad de escritos tanto de terror como de suspenso y de romance y no he dejado de notar en cada cosa q leo, sean autores clásicos o contemporáneos que incluso en las historias nacidas de mentes brillantes existe un elemento en común, la CASUALIDAD.

Siempre he pensado que la llamada casualidad no existe, cada cosa que pasa en la vida de cada ser humano es resultado de sus actos del pasado, incluso, me atrevo a pensar que a veces deseamos que pasen algunas cosas con tanta fuerza, pasión o energía que esas cosas que deseamos surgen de la nada como si las fuerzas de la naturaleza las trajeran a nosotros en respuesta a nuestros deseos del corazón.

Se dice que no se trata de casualidad si no de algo que recibe el nombre de Sincronicidad, pero.... ¿Qué es la Sincronicidad?

la Sincronicidad es un término originariamente acuñado por Jung que se refiere a la unión de los acontecimientos interiores y exteriores de un modo que no se puede explicar pero que tiene sentido para el observador, es decir, ese tipo de eventos en nuestra vida que solemos achacar a la casualidad, a la suerte, o a la magia.

La sincronicidad nos representa en el plano físico la idea o solución que mora en la mente de la manera más fácil y sin apenas esfuerzo. Se trata de vivir el mayor tiempo posible en ese “fluir” que hace que la vida parezca una aventura permanente, un viaje de descubrimiento constante sobre uno mismo, sobre los demás y el universo. Decir sincronicidad es lo mismo que decir magia.

A mi cada vez más se me parece a la ley de atracción, pues a medida que uno surta su mente, sentimientos y emociones de manera positiva las cosas fluyen más fácil y rápidamente que lo harían la mayoría de las veces.

El asunto es que no todas las veces estamos tan de buenas pulgas o buen ánimo para ver al mundo de manera multicolor y eso es justamente lo que hace que no todo se presente de manera simple y mágica.

Beatriz F. del Castillo sostiene que: 
La simbología y el sentido de estos acontecimientos nos da el mensaje exacto que el universo representa para nosotros igual que si fuera una sesión de cine particular. Las ideas poseen una vibración, a otros niveles tienen forma y color que hace que atraigan lo análogo. Al atraer lo que se le asemeja podemos leer en la materia lo que realmente pensamos sobre nosotros mismos y del universo, y tomar decisiones sobre lo que deseamos ver convertido en realidad y lo que no.
Pero entonces diríais ¿y porque no vivimos permanentemente en ese estado idílico en el que todo se resuelve, en el que la información fluye, en el que si fuera verdad seríamos como pequeños dioses creando lo que se nos antojara?
Pues siempre depende de que en la mente haya mensajes positivos, y emociones bondadosas en el corazón, normalmente experimentamos desde la idea preconcebida y decidimos luego que sentir por ella, emitimos un juicio antes de que la realidad se presente y hace que no veamos lo que es sino lo que queremos ver, y la magia se desvanece bajo el peso de la razón sin sentimiento por el miedo a lo desconocido. El miedo y la duda corta el flujo instantáneamente.

Acá les dejo un famoso caso de SINCRONICIDAD, yo por mi parte voy a empezar a pensar con fuerza en cosas positivas a ver que resultado sale del ejercicio.

De la vida del actor Anthony Hopkins. Cuando éste fuera contratado para actuar en la película La mujer de Petrovka, no consiguió encontrar en ninguna librería londinense la novela de George Feifer en la que se basaba el guión. Frustrado y aburrido, se dispuso a tomar el Metro para regresar a su casa. Estaba sentado en la estación de Leicester Square cuando, de pronto, halló el libro en un banco. Se quedó tan asombrado de su buena suerte que ni siquiera reparó en las anotaciones que el volumen tenía en los márgenes. Dos años más tarde su sorpresa fue aún mayor. Al conocer al autor durante el rodaje del filme, éste le dijo que había perdido su ejemplar anotado. Dicho ejemplar era el mismo libro que Hopkins había encontrado en la estación olvidado sobre un banco.